Lo esencial es invisible a los ojos

Les recomiendo que saquen el pañuelo y aprieten el corazón porque a diferencia de las anteriores publicaciones de la perorata, la presente tiene como misión transmitir una bonita historia humana, aqui les va.
Hace pocos días escuche un relato que tiene como telón de fondo Bangladesh, un pais con profundas desigualdades sociales donde los extremadamente ricos comparten las ciudades con personas inmensamente pobres que viven en condiciones que son alarmantes, degradantes para la dignidad humana y dramaticas. Estos niveles de pobreza son extremos incluso para los aquellos que conocen de cerca pueblos de Africa que viven en la miseria y que normalmente reciben el apoyo de voluntarios de organizaciones como Medicos sin Fronteras y Unicef entre otras. Es decir, en pueblos de la Bangladesh es fácil encontrar personas MAS pobres que en Africa.
Ya tenemos claro el escenario, ahora vamos con el protagonista. Un hombre que nació en una pequeña villa cerca a Dhaka y se fué a vivir a la ciudad después de sufrir la pérdida de su padre, quien falleció despues de enfermarse gravemente y de que su familia no logró conseguir atención médica, ya que ninguna villa o vereda cercana cuenta con un medico o ningun tipo de servicios de salud. Nuestro protagonista se traslada a la ciudad de Dhaka, donde sobrevivió trabajando como conductor de un rickshaw (bicitaxi) por 20 años. Durante ese periodo, el logra ahorrar 4.000 dolares y regresa a su empobrecida villa con el propósito de construir una clínica y así evitar que otros vivan la tragedia de perder a un ser querido debido a las limitaciones de vivir en un pobre y apartado lugar.
El héroe de nuestra historia, no contento con construir dicha clínica, construyó una escuela para evitar que los niños de la región tengan las limitaciones que el tuvo (el es analfabeta).
Ademas hace campañas para recoger recursos con miras a mejorar la calidad de vida de sus paisanos.
Bueno, pero esto no sería la perorata si mi escrito terminara aquí.
En estos tiempos de cambios y contrastes, en el otro lado del planeta, en Colombia. El contraste lo presenta un hombre perteneciente a la minoria de la población, esa minoria privilegiada que tiene la oportunidad de educarse y formarse profesionalmente. El Colombiano de nuestra historia tuvo estudios en matemáticas y estadistica, multiples especializaciones y hasta una maestría en España. Empezó su carrera laboral siendo un cobrador de una aseguradora y ascendió en la compañía hasta llegar a ser vicepresidente comercial y financiero 16 años más tarde. Sólo le tomo un año emprender la tarea de crear una nueva entidad prestadora de salud y con esto nació Saludcoop en 1991. 20 años después en el 2011 se descubre el escandalo del carrusel de la salud que ya muchos conocen.
Nuestro personaje de Bangladesh es tan real como Carlos Gustavo Palacino, pero en más de una oportunidad a personas como él les damos la espalda y los ignoramos por ser pobres, son invisibles a nuestros ojos. El indicaba en el relato como se sentía invisible cada vez que alguien lo ignoraba cuando era un humilde bicitaxista cuando en realidad estaba en el proceso de construir un gran proyecto que ayudaría en el futuro a muchas personas.
Nos queda una pregunta, que tipo de sociedad tenemos para crear un personaje como Palacino, quien creció socialmente durante años para convertirse en un ladrón a gran escala.
Seguimos evitando siquiera mirar a personas buenas, reales y útiles para abrirle las puertas a los Palacino, los Nule, los Dávila, los Moreno Rojas.